Lograr que un jugador de fútbol nos dé una entrevista o deje que le saquemos una foto no siempre es fácil. Los tiempos de un atleta profesional que lidia con sus propias obligaciones y las que el club impone, su temperamento y hasta la timidez influyen en ese momento. Sin embargo, Andrés Balanta sobresalía de la media.
En julio de este año, tenía que hacerle unas fotos antes de que el plantel partiera a Mar del Plata, para jugar contra Aldosivi. La nota era sobre los extranjeros que jugaban en el club: Carlos Lampe (Bolivia), Jonathan Sandoval (Uruguay), Enrique Borja (Paraguay) y el propio Balanta (Colombia).
Los esperé en el estacionamiento del estadio, antes de que se subieran al colectivo. El entrenamiento ya había terminado y ya se iban al aeropuerto. Estaban todos menos Lampe. La idea era hacerle las fotos a él y a Balanta, juntos. Andrés, como Lampe no llegaba, se subió al colectivo. En el fondo -como muchas veces me pasó cubriendo la actividad de planteles de fútbol- pensé que ya no se volvería a bajar. Cuando un jugador se sube a un colectivo, es difícil que vuelva a bajarse para una nota o una foto.
Finalmente Lampe llegó y para mi sorpresa, Balanta no solo se bajó, sino que posó sin ningún problema. Solo y con el arquero.
Ni yo ni él sabíamos el lamentable final que tendría, pero yo sí supe en ese momento de su educación y su buena onda para con otra persona que estaba trabajando. Él había tenido en cuenta que llevábamos bastante tiempo esperando para hacer las fotos.
Sin dudas era alguien especial y ojalá descanse en paz.